Un informe presentado ante la Comisión Ballenera Internacional, afirma que el avistaje produce heridas en las ballenas e impacta en su comportamiento. Asegura además que las actividades de avistaje en Península Valdés “están actualmente gobernadas más por esfuerzos para mantener la demanda turística que por medidas precautorias de conservación”.
Un documento elaborado por Lindner y Fundación Ecocentro a partir de la observación y fotoidentificación de ballenas francas australes en el Golfo Nuevo, señala que el 6 por ciento de los cetáceos “identificados durante la estación de 2007, 2008 y 2009 tienen heridas o marcas que han sido claramente causadas por colisiones con botes”.
Asegura además que “en general, las ballenas se alejan de los botes” y que su interacción con las lanchas “causa cambios en su comportamiento a corto plazo”. Según el informe, sólo el 15 por ciento de las ballenas observadas se aproxima a las embarcaciones y el 54,1 por ciento de las veces cuando los botes se aproximan rápidamente, “las ballenas tienden a alejarse”.
Los científicos advierten que en el Golfo Nuevo, centro de la actividad de avistaje que se ha expandido de 4.500 turistas embarcados en 1987 a 119.000 en 2006, “las actividades de avistaje de ballenas en la Península se han desarrollado y están actualmente gobernadas más por esfuerzos para mantener la demanda turística que por medidas precautorias de conservación, diseñadas para minimizar los efectos de disturbio en las ballenas”.
El estudio, surgió a partir de un taller organizado en marzo de este año por la Comisión Ballenera Internacional en las instalaciones del CENPAT-CONICET de Puerto Madryn. Allí se trató de analizar los “episodios” de mortalidad de ballenas francas australes.
La necesidad de determinar causas, consecuencias y líneas de acción se basó en una estadística que señala que en la provincia de Chubut, gobernada por el más emblemático defensor de los cetáceos, “desde 2005 la población de ballenas francas australes comenzaron a experimentar una sucesión de eventos de alta mortalidad en sus áreas de reproducción de Península Valdés, con un total de 322 ballenas francas muertas a lo largo de 5 años, incluyendo 291 crías”.
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